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Hiroshima y Nagasaki

Bienvenidos a un nuevo programa de “Tiempo de historia”. Si con lo que os hemos traído hasta ahora no habéis tenido suficiente hoy os traemos una historia que esperamos que nunca olvidéis, hoy vamos a hablaros del ataque estadounidense a Hiroshima y Nagasaki.

Hace ya setenta años, el 25 de abril de 1945 Henry Stimson, secretario de guerra estadounidense, entraba en el despacho de Harry Truman para informarle que en no más de cuatro meses estaría terminada la construcción del arma más devastadora de toda la historia de la humanidad, el proyecto Manhattan estaba a punto de concluirse. En apenas cuarenta y cinco minutos, que duro aquella reunión, condenaron a centenares de miles de seres humanos a la peor de las muertes.

Pocos días más tardes se reunió un comité que debía de seleccionar los objetivos para el lanzamiento de las bombas más devastadoras jamás construida por el hombre. Finalmente se decidió que los objetivos fueran algunos objetivos militares que habían escapado a los bombardeos nocturnos uno de esos objetivos era Hiroshima Su geografía prácticamente garantizaba una gran destrucción que obligaría a Japón a rendirse. Nadie pensó en la población. Nadie pensó en la gente ni en la muerte y la desolación solo en la victoria a cualquier costa.

Declaración de Potsdam

El 26 de Julio Truman junto con otros líderes aliados tendieron la red emitiendo la “Declaración de Potsdam” en la que se establecían los términos que les interesaban para la rendición de Japón. El ultimátum fue lanzado adjuntado con la amenaza de ataque a Japón en el caso de que no hubiera rendición japonesa. Según sus propias palabras:

«Resultando la inevitable y completa destrucción de las fuerzas armadas japonesas e inevitablemente la devastación del suelo japonés»

Lo que no se decía en ese comunicado era que Estados Unidos quería la rendición incondicional para quedarse con la tutela de las islas, algo que para Japón era inaceptable ya que eso suponía ceder su soberanía a un país extranjero y enemigo algo inaceptable para cualquier nación.

Kantarō Suzuki

Un par de días más tarde el primer ministro japonés Kantarō Suzuki en una conferencia de prensa rechazaba la rendición. Asegurando que la “Declaración de Potsdam” era una copia de la declaración del Cairo. Para Estados Unidos la escusa ya estaba servida oficialmente y con aliados a su lado estaba justificado el ataque a Japón y Truman auto justificó que este ataque fuera con la devastadora arma que el proyecto Manhattan había puestos en sus manos.

Entre 70.000 y 80.000 personas murieron durante la explosión y otras 70.000 resultaron heridas. Los heridos no pudieron ser atendidos al resultar muertos el 90% de los doctores y personal de enfermería que se encontraban en el centro de la ciudad. Otras 70000 personas murieron en los años siguientes a consecuencia de la radiación.

Truman alejado de ver el horror que había provocado y como miles de civiles inocentes perecieron solo tuvo la ocurrencia de anunciar:

«Si no aceptan nuestros términos, pueden esperar una lluvia de ruina desde el aire, algo nunca visto hasta ahora sobre esta tierra»

Así el 9 de agosto el bombardero B-29 “Bock’s Car” despego con rumbo a Kokura con la intención de arrasar la ciudad pero un denso banco de nubes le hicieron desplazarse al objetivo secundario Nagasaki. A las once y dos minutos de la mañana el dantesco y cruel espectáculo que tres días antes sacudió Hiroshima se reprodujo en la ciudad de Nagasaki situada en la isla japonesa de Kyushu. “Fat boy” era una bomba de plutonio, con el doble de energía que su antecesora de uranio “Little Boy” que elimino prácticamente del mapa la ciudad y a sus habitantes.

Conclusión

La muerte atómica sesgo en aquel mismo instante entre 40.000 y 75.000 vidas. Pero ya a finales de 1945 el número de muertes se elevaba a las 80.000. La crueldad aún se ensaño más ya que entre las víctimas de Nagasaki se encontraban un número indeterminado de supervivientes. Y heridos que se habían trasladado desde Hiroshima para estar seguros.

Los testimonios de los supervivientes son sencillamente espeluznantes hablan de cientos o miles de personas deambulando como fantasmas entre cenizas y humo. Personas con el cuero cabelludo en carne viva, ciegos que lo último que pudieron ver en su vida fue el resplandor atómico. Miles de personas que un pudieron ser atendidos por médicos, la mayoría muertos o heridos. Sin médicos ni enfermeras la gente vagaba por las calles o se sentaban frente al lugar donde un día estuvo su casa.

Miles de personas que estuvieron expuestos a la lluvia radioactiva pagando las consecuencias de esta explosión días, meses e incluso años después del “libertario” ataque estadounidense.

Truman justifico el uso de las mortíferas bombas de muchas formas la primera excusa el hecho de que los nazis estaban fabricando una bomba atómica y que la hubieran utilizado si ellos no la hubieran usado antes contra Japón. Otros dicen que la excusa perfecta fue el presunto ataque japonés en Pearl Harbor en 1941.

Nadie juzgo esta masacre. Nadie pago la aberrante muerte de cientos de miles de civiles inocentes japoneses. Ahora solo queda esperar que los juzgue el tiempo y la historia.

Y recordar “Quien olvida su historia, está condenado a repetirla”, hasta el próximo día amigos.

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Antonio de la Peña

Un investigador, escritor, experimentador y no se sabe cuántas cosas más que comenzó a escribir desde niño y que, con pasados los 20 años, comienza a colaborar con diversos medios escritos que culminan, en octubre de 2005, cuando acaba su primera novela “Ancestros de sangre” que no publicó.

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